Ante la insistencia muy queretana de soslayar los estragos de la pandemia, que se están haciendo evidentes en el comportamiento de la población y de frente al periodo vacacional de semana santa que inicia, es obvio que nos enfrentaremos a una tercera ola de incremento en el contagio. La dimensión es desconocida, pero se sentirá entre la cuarta semana de abril y durante los siguientes meses. Ojalá me equivoque, pero lo dudo.
Querétaro ha sido uno de los estados de la República, que más ha resentido los estragos de la pandemia. A pesar de que el gobierno del estado -desde el principio de ésta- dijo que seguiría sus propios lineamientos y no los del gobierno federal, porque no estaba de acuerdo con la estrategia oficial. Los resultados ya los conocemos.
Es cierto que la población no está atendiendo puntualmente las indicaciones de prevención. En San Juan del Río, mi ciudad, ha sido por demás evidente. La gente no atiende ni entiende, y se comporta como si no hubiera pandemia. Fiestas, reuniones, paseos, aglomeraciones a la orden del día. Las expresiones de que “la pandemia es un mito” y “una invención gubernamental”, las he escuchado hasta el fastidio, junto con “de algo me voy a morir” o “si me toca ya ni modo”.
No entraré a la polémica del uso del cubrebocas, pero o no se usa, o se utiliza inadecuadamente “como hamaca de papada”. Las restricciones de acceso a centros comerciales y tiendas departamentales, se han contestado con insultos y agresiones a quienes vigilan la aplicación.
Sin embargo, sé de muchas muertes entre gente cercana, amigos y conocidos, y ya se percibe como un cerco que se va cerrando. Poco a poco. Es preocupante.
Una de las respuestas para iniciar el control y la erradicación del contagio es la vacuna que ya se inició en su aplicación en el estado y en el municipio. A pesar de ello, no será suficiente porque las medidas preventivas deberán seguir -dicen los expertos- lo que indica que el mal llegó para quedarse y que habrá de modificar sustancialmente la forma de relacionarnos con nuestros semejantes. La pandemia ha venido a recordarnos lo infinitamente vulnerables que somos los seres humanos, a pesar de nuestros avances científicos y nuestras nuevas tecnologías. Es un golpe duro a nuestro ego y a nuestra arrogancia.
El comportamiento de la población ante ésta pandemia es, como casi todos los problemas sociales, un problema de educación. En México -en general- y en ciertas regiones del país -en lo particular- seguimos siendo unos maleducados tercermundistas. Comportamientos de “república bananera”, dirían los gringos, aunque ellos tienen también lo suyo, como ya lo demostró su reciente elección presidencial.
Aclaro que esto no es solo mi percepción, sino de muchas otras personas que tienen trato directo y cotidiano con la gente. Comerciantes –principalmente- que les cuesta mucho trabajo exigir la observancia de las medidas sanitarias, impuestas por la autoridad estatal y municipal, y que son sujetas de la agresión de quienes se resisten a la imposición. Es muy complicado hacer entender a la gente, señalan.
Sea como fuere, la tercera ola de contagios la tendremos encima, seguramente, en unas semanas. Solo espero que ésta no sea de las características de un tsunami y que la autoridad sanitaria esté preparada para resistirla y combatirla.
Hay que insistir que todo esto, depende -y mucho- de cada uno de nosotros.
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