El desprecio que sienten los políticos en México por su electorado es impresionante. Se percibe en sus estrategias para obtener el voto. Desde la tradicional entrega de despensas, pasando por los slogans de campaña donde no permea el ingenio, la creatividad y la honestidad, hasta la trampa y la chapuza vulgar para legitimarse en el poder. Nuestros políticos son maestros de la simulación, el descaro y el cinismo. Podríamos revisar personajes de hoy. Pero en el pasado reciente, tenemos muestras monumentales. Incluso, se podrían escribir manuales impresionantemente amplios y profundos, de lo que en materia de política y elecciones se puede hacer para imponerse en el poder.
Hemos creando escuela. Es cierto. Si no me cree usted, amigo lector, revise lo que recientemente ha pasado en los Estados Unidos, en ambas caras de la moneda. Los gringos adoptaron los mecanismos de las “repúblicas bananeras”, como ellos dicen.
Pero son nuestros políticos inspiradores avasallantes, no lo dude. Y hay merito en ello, aunque el costo social, político y económico para el país, ha sido el retraso en décadas del bienestar social y la calidad de vida de la población. Serían los daños colaterales, citando al clásico, pero poco o nada importa para sus objetivos. Ya he dicho, en anteriores colaboraciones, que para mí, los conservadores, los tradicionales, los retrógradas, no tienen sentido de la historia y tampoco les importa. El objetivo finalmente es ganar a toda costa, sin importar los métodos y las estrategias. Sin pudor y sin escrúpulos.
Pero detrás de esto, adivino un profundo desprecio por la gente, de aquellos que perpetúan estas prácticas miserables. Una negación enfermiza a la capacidad racional del electorado y una condena miserable a la no evolución (evité deliberadamente el término “transformación” porque ya se lo apropió el actual presidente de la República y yo no soy militante. Soy un librepensador).
Lo que creo que sí es cierto, es que la población en general ha cambiado mucho en su forma de percibir la realidad política del país y las estrategias tradicionales de hacer el proselitismo deberían de cambiar. Eso dicta la lógica y el sentido común. Permear en el ánimo de la gente ya no es tan simple. Repetir las viejas y gastadas estrategias y slogans, tan “manoseados” por todos los políticos de todos los colores, ya no funciona. La simulación y la descalificación, la difamación y el escarnio, son mecanismos que los electores conocemos bien. Nos las recetaron por décadas, mientras los veíamos enriquecerse impunemente y exacerbar sus abusos y sus refinamientos imperiales.
Hoy, por ejemplo, vemos mucha obra pública, en San Juan del Río, tanto estatal como municipal. Casi por todos los rumbos de la ciudad. Es bueno. No lo cuestiono. El beneficio es, en casi todas las obras, evidente. Pero ¿por qué esperaron cinco años para esto? ¿Por qué al “cuarto para las doce”? Si hubieran iniciado desde el principio de la administración y la hubieran mantenido también durante el periodo de la reelección, hubieran transformado la ciudad. Habría costado trabajo reconocerla. Pero no, no fue así.
Esto podría tener varias interpretaciones. Una es que el “año de hidalgo” ya se acabó o, por lo menos, es más difícil y complicado realizarlo. Y si no pueden llevarse el presupuesto, pues es mejor gastarlo.
La otra, es tratar de convencer a la población de que “sí se trabaja”, con el añadido de conservar el voto. Porque la competencia está dura. Ya no es fácil comprarlo y ahora es un delito grave, independientemente que se están cotizando cada vez más altos. El voto de “los de arriba” –supongo- no les preocupa tanto, porque ése ya está cotizado desde siempre, aunque también tendrá sus riesgos. También puede constituirse en un delito.
Ante este escenario abría que trabajar de otra manera. Creo. Tal vez con una visión diferente, innovadora, propositiva, incluyente. No tan sectaria, clasista y retrógrada. Con una estrategia diferente, ante un escenario y una oposición diferente. Pero lo quieren hacer como dice la canción de Juan Gabriel, “en la misma ciudad y con la misma gente”, que ha hecho las cosas de la misma manera por décadas.
Los candidatos de los diferentes partidos es tema aparte. No Hay en ninguno propuesta de calidad. Es una lástima, porque los queretanos no nos merecemos esto. En San Juan del Río, es más patético el panorama. Lo comentaremos en su momento, una vez que se definan totalmente los candidatos e inicien las campañas, que por lo que ya no hemos dicho, serán aburridas y decepcionantes. “La caballada está flaca”, diría el clásico. Yo digo que muy, muy flaca…
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