Luz Neón 201
Manuel Basaldúa Hernández
La otrora ciudad más limpia, o limpiada que era Querétaro, ahora se enmarca con los desechos. Los habitantes de la capital del Estado hace tiempo se sentían orgullosos de pertenecer a esta entidad con pulcritud. Los visitantes notaban rápidamente esta forma de mantener en esas condiciones de limpieza la ciudad.
Esto sucedía por dos razones; la primera, un ejército de trabajadores municipales se daban a la tarea de barrer y recoger la basura en forma eficiente, y la segunda, los habitantes no tiraban basura y respetaban las reglas y horarios de recolección de la basura. Además, era habitual observar a los dueños de las casas hacerse cargo de mantener limpio el frente de su casa barriéndolo constantemente.
En la actualidad, esto ya no ocurre así. La ciudad de Querétaro otrora reconocida por sus premios de “La Escoba de Oro” en el extranjero, luce sucia y llena de basura por todas partes.
Las esquinas de cualquier colonia son los principales focos visibles de basura, ya no es un par de bolsas, en muchas de ellas son montones de bolsas que muestran que tienen días acumulándose.
Los parques, las calles, los jardines, las orillas de las banquetas, los baldíos, las colonias periféricas, los bulevares, los frentes de las casas, los drenes, cualquier espacio o resquicio de la ciudad está llena de basura. ¿Cuál es el origen del problema? ¿Cómo se puede encontrar una solución? Desde luego que las Autoridades locales son responsables, pero la ciudadanía tiene en sus manos parte de esa responsabilidad.
Mucho se ha hablado de la concesión a una compañía subsidiaria que no logra cumplir con el cometido por el cual se hizo acreedora a esa asignación, pero también se ha visto rebasada por una ciudadanía que tiene un consumo excesivo de productos que generar desperdicios, de conductores que arrojan la basura desde sus autos en movimiento, de los usuarios del transporte público y sus choferes que arrojan basura por las ventanas, los comercios no se han hecho responsables de los desechos de sus mercancías, y una ciudadanía que no hace uso adecuado de los horarios asignados para la recolección de la basura doméstica, y de la limpieza de su banqueta y su entorno.
Aunado a un ejército de miserables que recorre las calles, y que arrastran como sus únicas pertenencias tiliches y basura, y otros de ellos que hurgan en las bolsas desparramando el contenido de ellas dejando un paisaje lleno de residuos que nadie es capaz de recoger después. La basura y la ciudad sucia es una condición que parece ya normalizada entre la población de cualquier nivel socioeconómico y de cualquier código postal.
Debemos recuperar un escenario de pulcritud como esencia de la ciudadanía. Debemos promover una cultura de manejo adecuado de los residuos individuales y colectivos.
Habrá que preocuparse más del espacio colectivo y del individual y establecer nuestros límites de responsabilidad y de convivencia.
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