Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
Parte l El contexto
El paisaje mexicano sea rural o urbano está plagado del comercio ambulante. No es de ahora, tiene raíces profundas. Hay que observar tan solo la maqueta monumental que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología e Historia en la CDMX para contemplar ese gran mercado en la sociedad azteca y que esa actividad ya era heredada. Comprar comida, artesanías o productos de poca utilidad o fugaces en la calle es un hábito del consumidor latino, especialmente el mexicano.
En etapas antiguas los vendedores ambulantes eran un gremio bien focalizado, una forma de vivir, principalmente en los poblados y ciudades medias. Era parte del escenario folclórico. A medida que el desarrollo industrial creció, y detono el auge poblacional, aunado a una mala política laboral del gobierno, el desempleo aumento descontroladamente, impactando en el crecimiento del comercio informal, a donde se refugiaron muchas familias para obtener el sustento diario.
Masas de desempleados o no ocupados fueron mezclándose con los vendedores ambulantes tradicionales, creando mercados móviles y ocupando espacios de las ciudades compitiendo con el comercio establecido. El enorme número de “ambulantes” exigió formas de organización, que los gobiernos locales ignoraron, y que miembros de esa comunidad ambulante generó mediante supuestas asociaciones o sindicatos, con lideres que cooptaron esa forma de organización, y a la postre se convirtieron en botín político.
Las ciudades con alta oferta y demanda turística, ciudades con gobiernos de estructura endeble y de reglamentos ambiguos, y ciudades con población de migración intensiva han sido presas fáciles del crecimiento desmedido y descontrolado del comercio ambulante e informal. Los centros turísticos y lugares estratégicos se han convertido en la arena donde gobierno y comerciantes forcejean por el dominio del espacio, en donde el desplazamiento o la imposición son los actos de infinita contienda. Los principales corredores del Centro Histórico de la ciudad de Querétaro es ahora foco de atención de este fenómeno de disputa y revuelta.
Parte ll Las muñecas Lele: la otomí y la china.
La artesanía nhanhu tiene historia reciente. Ocurrieron dos factores para que detonara como la conocemos hoy en día, especialmente la muñeca (los tejidos en cruz desde hace muchas décadas eran ya conocidos por los trabajos etnográficos y la vestimenta que lucían las mujeres en sus primeras migraciones fuera de suscomunidades).
El primer factor fue la extrema pobreza que empezó a experimentar esta etnia a principios del Siglo XXI, por lo que la migración de los hombres se elevó, y posteriormente las mujeres empezaron a salir de sus comunidades de Amealco y Tolimán. Su estado crítico de pobreza y pauperización, consecuencia de políticas gubernamentales ausentes o mal ejecutadas las expulsó a buscar su sobrevivencia. El segundo factor fue la explotación turística de la capital del Estado que ofreció un mercado salvador que ayudo a mitigar la pobreza y la miseria. Los hombres se fueron a trabajar de ayudantes de albañilería, y las mujeres, a hacer malabares circenses, a vender chicles o mazapanes o de plano a mendigar monedas en los cruceros de la ciudad.
Otro sector más, con cierta iniciativa, se dedicó a la elaboración de la muñeca que antes era conocida genéricamente como “maría”. A partir que los gobiernos estatal y municipal se acercaron a “ayudar” a las mujeres de esta etnia, se les ofrecieron cursos de emprendedurismo, aunque fue mas bien programas asistencialistas que servían para la justificación de los programas institucionales, más que ejercicios de éxito para las mujeres indígenas.
En años recientes, a la Secretaría de Turismo del Gobierno del Estado tomó como emblema y embajadora a la dichosa muñeca, y en esa empresa se le atribuyó el nombre de “Lele”, esa embajadora fue una gran mojiganga para atraer más turismo a la localidad, sin que hubiera un progreso paralelo a las etnias. Efectivamente hubo talleres y programas de ayuda y elaboración en Amealco y solamente un pequeño sector se benefició de este. La muñeca monumental empezó con una gira mundial, y cobro notoriedad nacional e internacional. De este periplo no hubo un balance ni evaluación del impacto mediático de esta artesanía.
Para unos era una curiosidad, para otros era un elemento sorprendente y folclórico. Hasta que llegó a China, y se mostró en algunas ciudades. El auge de la venta despertó el interés comercial de empresarios que quisieron patentar la figura y el nombre de la artesanía. El nudo burocrático y algunas expresiones de autoridades de Gobierno impidieron que particulares gestionaran la patente, sin embargo, no detuvo la iniciativa de empresarios de maquilarla, y el paraíso de la maquila es China, lo cual ocurrió de forma inminente. Los estantes se llenaron de la artesanía otomí con manufacturación china. Todos ganaban, excepto los miembros de la etnia.
Las condiciones en las comunidades de Amealco y Tolimán, siguen con los mismos niveles de pobreza, desempleo y olvido por parte del Gobierno local y municipal. La muñeca Lele otomí se ve cara a cara en las calles de Querétaro con la muñeca Lele china desde otro puesto ambulante, o peor aún la mira hacia arriba cuando la china está en los estantes o vitrinas de los comercios establecidos. Una vendida por una indígena que las elabora, la otra por un empleado que atiende el comercio establecido. Una con un precio bajo que reditúa exiguas ganancias a la artesana, otra que aporta más ingresos a los comercios establecidos.
Parte lll La presencia de la comunidad y comercio chino en Querétaro.
La comunidad china en México ha tenido sus puntos nodales en el noroeste y en el sur del país. Trabajadores casi esclavos fueron traídos a México a principios del siglo XX para trabajar en la industria de la manufactura y henequenera. Aunque en el norte sufrieron mucha violencia y hubo un fenómeno casi de exterminio, tanto
en Baja California como en sonora. Es parte de la historia negra y de vergüenza de México. Después de la revolución, grupos de chinos se dispersaron y los Estados de Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Coahuila, Baja California, Yucatán y desde luego la CDMX. se pobló con algunas comunidades de chinos, sin saber exactamente la región de procedencia de ese amplio país. Esta tendencia de baja densidad se mantuvo así durante muchas décadas del Siglo XX.
Sergio Martínez Rivera, investigador del Centro de Estudios China-México de la Facultad de Economía de la UNAM, y Enrique Dussel Peters, profesor de Economía de la UNAM, en su articulo sobre “La diáspora china en México” en 2016, señalan que la migración de chinos a México vinieron de Estados Unidos y una reciente oleada de inmigrantes se intensificó desde la primera década del Siglo XXI. Pero las asociaciones de las colonias chinas iniciaron en 1950 y se consolido en 1957. Otras asociaciones empezaron a gestarse en los Estados que mencionamos y en otros mas como Colima y Zacatecas, ahí se organizaron otras asociaciones de chinos en México. Esas asociaciones tenían como objetivo la protección de las actividades económicas de sus miembros y la promoción de actividades políticas en China.
La desaparición de esas asociaciones ocurrió por la muerte de sus integrantes y la no renovación de esta forma de organización, de tal forma, dice Martínez y Dussel, “hoy en día no existen en México comunidades que congreguen a los chinos y sus descendientes como se hacia en el pasado. Sin embargo, la globalización y el comercio mundial que se empezó a generar encontró un nuevo empuje de esta comunidad a nivel internacional, con buenos asentamientos en México.
partir de la intensificación de los procesos globalizadores, la dinámica y las redes
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