Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
En la historia remota, los pueblos eran gobernados por los viejos de la comunidad. Se daba por entendido que los ancianos tenían sabiduría, experiencia, actuando con prudencia y sensatez sobre la vida presente y futura de su población. La participación de estos personajes maduros era nobiliaria, sin mayor pago que el ser escuchados y respetados. Al establecerse el estado como institución reguladora de las instituciones y formas de gobierno, se guardó esta imagen de quienes debieran estar al mando del gobierno local y nacional. Pero en las épocas modernas se ha tratado de dar cabida a otros sectores que componen la comunidad y en la ilusión de tener incluidas todas las voces los jóvenes y otros personajes se han acomodado en esos puestos de liderazgo de los gobiernos para las comunidades.
Las decisiones ya no son pensadas en el bien común y gobernar para la unidad, con una orientación de justicia, moralidad y respeto. Ahora impera la juventud, el pragmatismo, la propaganda y la aplicación de argucias para lograr llegar a esos puestos de poder. A ese ejercicio aspiracional y engañoso se le ha llamado “democracia”, y con ello la contienda por lograr los puestos de gobierno se ha convertido al ambiente de elección en una lucha descarnada y llena de triquiñuelas y mañas.
La vida urbana contemporánea es un ente abigarrado, insaciable en su necesidad de servicios, inacabable en sus demandas para darle gusto a todos, y destinada a experimentar las decepciones y frustraciones más profundas. Sin embargo, en la actualidad hombres, mujeres y organizaciones luchan desaforadamente por obtener el poder para guiar el destino de tal peliagudo encargo ciudadano. La búsqueda de llegar a ese trono es vista como un botín político, y no como el lugar donde debe ejercerse con sabiduría, inteligencia para el aprovechamiento de los recursos humanos y materiales que estén destinados al bien de la comunidad.
Es decir, las costumbres han sido sustituidas por la mercadotecnia política, los ritos por las descalificaciones del contrincante, estamos frente a una dinámica social que está dirigida a destruir los acuerdos y los consensos comunitarios debido a la imposición de ideas personalísimas, en suma, a un desvanecimiento de la cultura en general, y a la cultura política en específico.
Los lideres jóvenes, están más atentos y dedicados a la escaramuza, al sainete y al pleito, más que a buscar acuerdos colectivos y de dialogo. Su preocupación es dominar el campo mediático y conseguir likes y por medio de eso más seguidores que ciudadanos convencidos de sus propuestas propositivas. Todo esto ante una ciudadanía pasiva, que está atenta a los efectos populistas, que a una verdadera participación crítica y cívica. El hombre, decía Marx y Engels, si se me permite la cita anticuada, al transformar la naturaleza se transforma así mismo. Pero si los parafraseamos, diríamos que al distorsionar la naturaleza se distorsiona a si mismo.
Querétaro otea estos vientos.
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