Neon

Por Manuel Basaldúa Hernández

 

Los centros urbanos se han convertido en la arena política de las fuerzas ideológicas de las sociedades modernas. Quienes ostentan el poder en estos centros urbanos se dedican a tergiversar la realidad difundiendo cifras alegres y buenos resultados de su gestión y de entrega magnánima de recursos y obras. Por su parte, quienes son integrantes de los grupos políticos contrarios al gobierno en turno se dedican a tergiversar la realidad protestando por la realización de obras, y minusvalorándolas haciéndolas ver como innecesarias o de mala calidad, además cubiertas de corrupción.

 

Los hechos por su parte ahí se encuentran palpables, ante los ojos de todos, y cada quien los interpreta no solo de acuerdo a la adherencia a los progobiernistas o a sus contrapartes, sino también haciendo uso de la infraestructura que se ha construido por la necesidad de seguir siendo parte de esta ciudad. Las ciudades son entes urbanos vivientes, que son presas de un vertiginoso desarrollo. Y a medida que su crecimiento se intensifica entran en una espiral sin fin. Este fenómeno le ha ocurrido a Querétaro, que sufre de cambios constantes, intensivos, irreversibles y transformadores. El ingreso de esta masa urbana de más de 100 familias diarias, no solo vienen con sus aportaciones económicas y sus autos, también se incorporan con nuevas maneras de convivir, de exigencias y demandas de servicios, es decir, la cultura y su idiosincrasia se conjuga con la otra que ya se encontraba asentada, y que anteriormente también ya había sido trastocada por otros.

 

Frente a estos elementos habría que plantear una pregunta esencial: Quiénes han estado viviendo la ciudad y sus transformaciones siendo oriundos del lugar, ¿Son felices con la ciudad actual? Quienes vienen inmigrando buscando mejores condiciones de vida y poniendo altas expectativas ¿Son felices con su ciudad huésped?  Ante este escenario cabe también la pregunta ¿se puede percibir una ciudad feliz? Pero antes de responder hay que señalar que los centros de planeación urbana, los miembros del gabinete de gobierno y los planes políticos persiguen fines más pragmáticos y eficientistas a corto plazo que de una funcionalidad integral, ambiental y destinada a ser integral con planes a futuro. Sin integrar en sus cuadros de toma de decisiones a profesionales que articulen la cultura, los buenos hábitos ciudadanos y la convivencia positiva de carácter colectivo.

 

Pues bien, tal parece que una ciudad feliz es aquella donde sus integrantes están conformes con la infraestructura, responde a sus intereses, les brinda comodidades y se les permite aprovechar mejor el tiempo en sus casas con sus familias, disfrutando de servicios básicos, hay buena comunicación con sus autoridades, y se sienten escuchados y tomados en cuenta. Esto se refleja en la conducta de los ciudadanos: ceder el paso al peatón, practicar el uno a uno en la movilidad vehicular, transitar con seguridad por sus avenidas, mantener limpias de basura las áreas públicas, hacer el menos tiempo posible al trabajo o a la escuela, sus calles bien tratadas y con mantenimiento, al igual que los parques y jardines, que permiten un escenario estéticamente agradable. El suministro de agua y energía eléctrica, así como su sistema de drenaje, entre otros elementos básicos.

Tan sencillo como complejo. Hay que buscar la medición del grado de aceptación y de felicidad que existe en las ciudades, y en específico en Querétaro, y desde luego quienes determinarán si se ha alcanzado ese nivel. Esta respuesta la tiene la ciudadanía.

 

 

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