Antropología y cultura contemporánea
Manuel Basaldúa Herdez
“La ciudad reúne a personas distintas, intensifica la complejidad de la vida social, presenta a las personas como extrañas” dice Richard Sennet en Carne y Piedra (2003). La cita de este sociólogo viene a colación para plantearnos una simple pregunta. En esta época de la segunda década del Siglo XXI, ¿Qué hace la ciudad para que los gobernantes, los políticos, sus oponentes y la ciudadanía parezcan como sectas distintas, o grupos extraños ante sí?
El tema electoral en México nos ha puesto como sociedad en una constante arena política en estas últimas décadas, las que han transcurrido a finales del siglo anterior como las primeras de este. La democracia moderna debería de conformarnos como un grupo social que persigue el bien común y el fortalecimiento del estado y sus instituciones. Tal parece que sucede todo lo contrario, y cada segmento de la población vive realidades propias que no son compartidas por los demás y tanto la idea como el objetivo del bien común se disipan. Este fenómeno aparece de manera evidente entre los integrantes de partidos políticos que buscan, unos ejercer puestos en el gobierno y otros mantenerse en las esferas de la toma de decisiones. Nos topamos con una realidad que unos buscan pertenecer a una elite política que choca contra los intereses del resto de la población y viceversa.
¿Esto sucede porque la base de la sociedad así se comporta? ¿Es decir, estos son los patrones culturales que hemos venido tejiendo a lo largo de nuestro desarrollo como pueblo? ¿Son esos representantes populares los que reflejan los modelos que hemos forjado en la base comunitaria? Esto nos lleva entonces a reflexionar sobre nuestros esquemas de comportamiento. La descripción de formas culturales, de representaciones simbólicas y fenómenos de comportamiento se hacen necesarias describirlas y descubrirlas. Parecería que estoy proponiendo un entramado muy abstracto, pero más bien es un ejercicio para poner en evidencia que hacemos, y que podamos reflexionar sobre nuestras acciones y revisar nuestros pasos, entender nuestra vida cotidiana, la que hacemos día a día. Con la que aspiramos a ser comunidad integral y comprender si hay un “otros y nosotros” y como nos articulamos.
Octavio Paz, en su “Laberinto de la soledad” (1950) señala que “la sociedad se finge una totalidad que vive por sí y para sí” (…) “la sociedad es un organismo que padece la extraña necesidad de justificar sus fines y apetitos. A veces los fines de la sociedad, enmascarados por los preceptos de la moral dominante, coinciden con los deseos y necesidades que la componen” (Paz, 181). Les propongo que hagamos juntos ese ejercicio de informarnos de las noticias que se suceden vertiginosamente en la efervescencia del ejercicio político y su lado contrario; de mirarnos en el espejo de la cultura que se mueve lentamente y que es la base de esa maquinaria social
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