El Llano en Llamas: Columna de Sergio Romero Serrano, desde San Juan del Río

 

 

Desde San Juan del Río el Maestro Sergio Romero Serrano estará presente con su columna “El Llano En Llamas”, de gran contenido socio.político-cultural. Sin más les dejamos con su texto esperando que lo disfruten

 

 

EL LLANO EN LLAMAS

 

Por Sergio Romero Serrano

 

 

Somos maestros de la simulación. Fuimos conquistados de esa manera: con la cruz por delante y la espada detrás. Los tribunales de indias documentan esa política de la corona española. Los alegatos de Vitoria y Bartolomé de las Casas son evidencias. La negativa oficial a reconocer la esclavitud y el genocidio en América por parte de los europeos es a hoy fecha contundente. Es la hispanidad de América, dicen los Borbón.

Con el disimulo y la componenda consumamos la independencia del país. El primer imperio mexicano. Los conservadores de toda la vida (por los siglos de los siglos, amén), escamotearon, como hasta hoy, la integración de América Latina en una sola nación, y a Bolívar lo declararon loco, como lo hicieron con  Francisco Javier Mina, el Batallón de San Patricio o El Ché.

Son los mismos de siempre. Los que cruxifican y luego redimen. Los que asesinan y luego levantan monumentos de los asesinados. Los retardatarios, los demagogos, los doble cara, los doble moral. Los mismo que trajeron a Maximiliano para ser fusilado en nuestro Cerro de las Campas y aún siguen añorando a un noble europeo.

Los que transaron con la revolución maderista, incendiaron al país, y acabaron con los líderes naturales del movimiento, uno a uno, para dejar una constitución de avanzada, discutida en el Teatro de la República y años después -poco a poco- desmantelarla hasta dejarla toda remendada, para volverla a remendar. Parche sobre parche.

Las caretas del mexicano diría Paz, en El Laberinto de la Soledad; o Rodolfo Usigli, en El Gesticulador. Así es la política en México: el arte de mentir con disimulo, la apariencia, la transa, el cochupo. Hagamos como que hacemos, para no hacer nada. No importa la congruencia, la honestidad o la legitimidad. Lo que importa es la oportunidad, el aprovechamiento, el arribismo, el beneficio, la individualidad, el ego, el poder, el dinero.

El ambiente político que estamos viviendo nos retrata de cuerpo entero. Las viejas discusiones del siglo XIX siguen frescas y sin resolverse todavía, en el México del siglo XXI. Con doscientos años de independencia, aún no podemos ponernos de acuerdo en el tipo de país que queremos. Los mexicanos que se creen de primera, contra los de segunda y tercera.

En el Querétaro de hoy, es  y ha sido centro de esta gran discusión, de esta gran confrontación, pero sin contribuir  a una orientación más amplia, pues ni siquiera ha podido resolver sus contradicciones internas. El ambiente político electoral de hoy es patético. El arribismo y el oportunismo, permea a todos los partidos. No se salva nadie. A pesar de su pasado histórico tan importante y de su notable crecimiento económico, nuestro estado no logra generar una corriente política significativa, que pese o influya sustancialmente en la orientación política de la nación. A pesar de que hemos tenido personajes que han estado en la primera línea: Fernando Ortiz Arana, Mariano Palacios Alcocer y Diego Fernández de Cevallos. Para bien y para mal.

De ellos, tal vez, el que ha tenido un peso más determinante en el reciente rostro, deformado y perverso de la política nacional, sea el último de los mencionados, porque encarriló la sociedad anónima entre el PRI y el PAN, que ha derivado en lo que hoy estamos viendo: un PRIAN cada vez más definido y claro en sus objetivos. Fue y sigue siendo, el operador político más influyente del panismo nacional.

Su comunión corporativa con Carlos Salinas de Gortari, consolidó el proyecto económico del México de finales del siglo pasado y los primeros años del siglo presente. Porque si el PAN se hubiera mantenido mínimamente, bajo los principios básicos por los que fue fundado, su concubinato con el partido oficial no hubiera sido posible y al PRI le hubiera costado mucho más trabajo imponer el modelo económico predeterminado desde Miguel De la Madrid, o –por lo menos- no hubiera sido tan profundo y prolongado. La alianza con el PAN fue determinante.

Desde la imposición del salinato, los arreglos pasaron por Querétaro, particularmente San Juan del Río, que fue el primer municipio panista del estado y que se mantuvo por más de una década, siendo la punta de lanza que llevó al PAN a la gubernatura. Curiosamente casi en sincronía con la alternancia presidencial. Y sin embargo, cómo diría Sabina, ello no permeó en un mayor crecimiento del municipio sanjuanense, a pesar de ser el segundo más importante por su población. Su potencial económico y turístico ha sido rebasado -y en mucho- por municipios menos importantes de una manera impresionante: Corregidora y El Marqués. En menor medida, Tequisquiapan y Ezequiel Montes.

San Juan del Río es un municipio lleno de contrastes y contradicciones que se reflejan claramente en su desarrollo político. Un potencial que no ha sido explotado, ni orientado, ni definido con objetividad. Medio desarrollado industrialmente, medio turísticamente, medio comercialmente, no ha podido, no ha querido o no ha sabido, consolidar su vocación económica y no ha explotado sus potencialidades: ubicación geográfica (cercanía a los centros más productivos del país, con la carretera más transitada que comunica al norte y al occidente de la nación) y un recurso natural de primera: el agua.

El perfil de sus gobiernos, dibujados a través de sus alcaldes, lo describen bien. Y lo siguen haciendo: hoy, las cartas importantes las encabezan un Roberto Cabrera (dos veces diputado local) por el PAN y un Gustavo Nieto por el PRI (que ya fue presidente municipal y que pertenece a una familia de alcurnia). De Morena, ni hablamos, pues basta a ver lo que pasa con la dirigencia estatal, para entender qué pasa en el municipio.

De ese tamaño es la situación. No hay propuesta política, no hay trayectoria significativa, ni significante, no hay rumbo ni definición. Igual el giro que el colorado. La autocomplacencia, el engaño, el disimulo.

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