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Día del urbanista, ¿es en serio?

Manuel Basaldúa Hernández

 

La ciudad ha sido desde hace algunos siglos uno de los elementos importantes para el desarrollo del hombre. En ese espacio es donde se concentran no solo los servicios que le sirven para vivir de la mejor manera, espacio establecido después de que el modo sedentario de convivir superara el peregrinar de los primitivos pobladores y su precario nomadismo. La ciudad pronto se propago como forma de relacionarse, resguardarse de las inclemencias del tiempo y aprovechar los recursos naturales que le quedaban a la mano.

La ciudad paso de ser un simple hacinamiento o aglutinamiento de casas, superando a las villas, a un espacio donde se distribuían edificios que acompañaban a esas casas y mejorar la administración de recursos y servicios. El aceleramiento de las ciudades ocurrió con la aparición de la revolución industrial que requirió poner aparte las fábricas de las viviendas de sus trabajadores. Más aún, al pasar del uso del caballo a los automotores, las calles cobraron importancia en la estructura de las ciudades.

El crecimiento de la población tuvo como consecuencia la masificación de las ciudades, y desde luego sus viviendas, que requirieron centros de distribución de alimentos y servicios. Y un elemento importante fue sin duda la movilidad. El auto y los vehículos de traslado entraron al escenario de la ciudad completando así una esfera urbana que cada vez fue cobrando complejidad.

La necesidad de planeadores de espacios y territorios abrió la posibilidad de crear alguien que estudiara, investigara y aplicara métodos y técnicas que mejoraran la ciudad. La teorización y conceptualización de la ciudad tuvo sus adeptos tanto como sus detractores y críticos.

Entre las muchas disciplinas académicas, el surgimiento del urbanista hizo crecer la esperanza de un ordenamiento más sensato para lograr una vida llevadera de la ciudad. Pero el crecimiento de las ciudades con problemas corrió más rápido que el pensamiento urbanista, al cual se le sumaron otros factores que escapaban de la influencia de esos especialistas en urbanización: los políticos y los inversionistas.

Hoy pocas ciudades en el mundo son las que tienen un ordenamiento integral, sustentable y ecológico. Con movilidad adecuada y asegurados relativamente servicios suficientes para sus habitantes. Las demás, se encuentran con graves problemas de hacinamiento, crecimiento desmedido, movilidad insuficiente, desequilibrios ecológicos, ambientales y de suministros de recursos vitales, entre otros aspectos peliagudos propios de las ciudades, metrópolis, mega metrópolis y ese urbanismo agigantado que no parece tener límites.

De todas las profesiones y especializaciones académicas que existen, una que parece más ingrata en esta modernidad y que se encuentra soterrada dentro de un laberinto de planificadores, ejecutores de obras y proyectos y burocracia, así como de caprichos gubernamentales es el del urbanista.

Paradoja de profesión porque en estos tiempos donde casi desaparece el campo y la ciudad inunda la extensión de áreas dedicadas al uso humano ellos parece que nunca han intervenido, sin embargo, a la vez ellos deben empoderarse y llevar a cabo acciones que rescaten el mundo urbano.

El día del urbanista, debería de ser cada día en la agenda de los programas de actividades donde se ejecuten obras para cada una de las ciudades.

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