Cuando llegaron los hombres de la península ibérica a lo que a la postre sería América trajeron una enfermedad que diezmó a la población nativa de estas tierras: la sífilis. De igual forma la viruela se propagó a raíz de que los conquistadores iniciaron sus recorridos para someter a los pobladores que se iban encontrando asentados en su camino. En el Siglo XVI, dice Wallerstein da inicio el llamado “moderno sistema mundial”, que no fue otra cosa que la globalización. Las conquistas y los viajes hacia otras latitudes empezaron a moverse con más dinamismo, y en correspondencia a la extracción de riqueza y cosas que se incorporaron al comercio, tal como Marco Polo lo describe en su momento, el mundo empezó a tejer una amplia red de intercambio de conocimientos, mercancías, objetos y tesoros, y entre ellos insectos maliciosos y benéficos, tanto de manera voluntaria como involuntaria.
Recuerdo que una de las escenas que me conmovieron de chico fue una película de Drácula cuando le ordena a su sirviente que lo lleve a buscar a la mujer que el conde desea, esposa del mensajero al que fue a visitarlo. Claro, el pretexto era comprar una casa a la ciudad de Londres. Pero el barco llega sin un alma a bordo, totalmente solo. Cuando lo atraen al muelle y terminan las amarras, supervisan el navío y encuentran solamente ataúdes con tierra dentro de ellos. Pero mientras revisan las ratas empiezan a descender del barco hacia tierra firme.
La peste, mermó también a gran parte de la población en Europa, y fue ocasionada por las pulgas que traían las ratas grises que el barco de Drácula trasladó. Desde luego, estas escenas son pasajes románticos de una tremenda enfermedad. Lo que quiero decir es que esta es una alegoría de las invasiones a las que se ve sometida la humanidad en todo el mundo.
Las cimex lectularuis, alias chinches, llegaron a América procedentes de Europa, cuando los ingleses llegaron a la parte norte del continente para establecerse como las trece colonias. Las condiciones salubres no eran las adecuadas, sobre todo porque se requería de muchos enceres y ropa gruesa para dar calor a los nuevos habitantes. Hábitat propicio para las chinches que requieren de lugares oscuros, húmedos y confortables. De ahí se establecieron varias cepas que se adaptaron rápidamente y bien al terreno americano.
Las chinches, que se alimentan de sangre de algunos animales como pollos y murciélagos, entre otros, rápidamente pasaron a tomar como victimas a los humanos. Sangre más abundante, con más nutrientes y con menos riesgo de combate. De ahí fue tomando el sobrenombre de chinches de cama. Las chinches habían tenido una población moderadamente existente, hasta que a finales del Siglo XX el turismo empezó a tomar fuerza e intensidad. Los turistas empezaron a tener viajes constantes, y cubriendo una extensa área del globo terrestre, haciendo posible el traslado de ácaros e insectos dañinos para la salud humana. En este Siglo XXI la migración se ha intensificado trayendo el trabajo y la mano de obra como mercancía. El turismo se ha consolidado como un gran intercambio de personas en todo el mundo, además del de mercancías y cosas que se convierten en una capsula natural de traslado de estos insectos, y las chinches no iban a ser la excepción.
La globalización ha creado un fenómeno económico de gran calado que tiene peso en la economía, el arte, el turismo, el conocimiento científico y la tecnología, pero también ha creado un espacio global de movilización de insectos y plagas nocivas para los grupos de población.
Las chinches de cama, serán una amenaza potencial para la salud pública si no se toman medidas de contención y control de la plaga. Será solamente la molestia de la hinchazón y las ronchas, quizá alguien alérgico se ponga mal temporalmente, hasta ahora los especialistas no han encontrado que transmitan alguna enfermedad. La higiene, la observación cuidadosa de los ligares, la ropa y objetos que circulen con motivos de turismo y comercio deben someterse a severos controles para evitar una invasión. Por lo pronto, debemos cuidarnos de gente que no nos esté “enchinchando” la vida.
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