CUANDO EL 68 ME ALCANZÓ

EL LLANO EN LLAMAS

Sergio Romero Serrano 051023

CUANDO EL 68 ME ALCANZÓ

El movimiento estudiantil del 68, no permeó en la señorial y muy tradicional ciudad de Querétaro. Se centró principalmente en la Ciudad de México, en donde se dio la mayor parte del conflicto y no pudo trascender al resto del país, a pesar de los esfuerzos aislados que grupos de brigadistas del Consejo Nacional de Huelga hicieron por informar directamente al resto de las universidad públicas en provincia.

No recuerdo el día exacto del intento que realizaron un grupo de universitarios de la UAQ (porque en ese entonces era un niño cursando el segundo año de secundaria) por convocar a un mitin en el Jardín Obregón, hoy Zenea, para informar a la población en general y –particularmente a los estudiantes queretanos- de la situación que guardaba el conflicto con el presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz. Acto infructuoso porque sorprendió a los convocantes que todo el centro de la ciudad estaba “muerto” y no había población a quien informar.

Es decir, el propio gobierno estatal y la secretaria de Educación Pública del Estado, corrió la voz que grupos de estudiantes llegados de la Ciudad de México, vendrían a hacer sus “desmanes” por lo que era conveniente que bajaran las cortinas de sus negocios y a los directores de la escuelas –que en aquella época tenían horario mixto- que cerraran las puertas de los colegios y mandaran a los estudiantes a sus casas, como efectivamente nos sucedió en el extinto Centro Educativo.

Lo único que nos faltó en ese momento, fue que los curas de la ciudad replicaran las campanas de las iglesias y convocaran al linchamiento de estudiantes chilangos, como sí sucedió en el pueblo de Canoa en Puebla, por las mismas fechas.

En provincia nos enterábamos de los acontecimientos, por lo poco que se llegaba a filtrar en los medios de comunicación que –como es bien sabido- había un control casi absoluto de la información por parte del estado mexicano y en este conflicto particularmente mucho más. Es decir no sabíamos nada. Lo que llegaban era rumores, contradicciones, exageraciones que solo alimentaban más muestra confusión.

En las pláticas de sobremesa en familia, escuchábamos los comentarios que solo alentaban el desconocimiento de lo que verdaderamente estaba pasando. La conjura internacional comunista era la explicación más difundida entre los adultos. La matanza del dos de octubre nos despertó brutalmente a una realidad que hasta hoy fecha sigue siendo en muchos sentidos incomprensible: ¿Cómo el propio estado mexicano mandó disparar a su ejército, sobre miles de estudiantes y ciudadanos desarmados conglomerados en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, para evitar una conjura internacional que solo existía en la cabeza del presidente y el secretario de gobernación, alentada por la histeria de la guerra fría diseñada, propalada y financiada por los Estados Unidos, produciendo cientos de muertos en solo unos momentos?

Estos acontecimientos cimbraron las conciencias de millones de ciudadanos en el país, que después del 68 se dedicaron a construir un país diferente del que apenas ahora estamos empezando a ver algunos de sus logros más importantes, aún cuando en su momento mucho de discutió y se intentó el cambio por la vía armada.

Veinte años más tarde, en el 88, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Heberto Castillo intentaban llegar a la Presidencia de la República con el Frente Democrático Nacional ante las urnas. Pero ante el fraude electoral del que fuimos víctimas (porque el agravio no solo fue para ellos, fue para todo el país), fundaron el PRD que se pudrió en sus propios errores, para dar paso a lo que ahora es la Cuarta Transformación, cuya cara más visible es MORENA.

En esas dos décadas transcurrieron muchos acontecimientos, luchas y descalabros que sostuvieron y alimentaron la iniciada en el 68. Mucha represión ha corrido por las calles y los poblados del país, pero a partir del 2018 se dio un paso definitivo y alentador que será necesario mantener vivo: por primera vez en la historia de México ha llegado al poder un gobierno de izquierda. A muchos no agradará, pero somos mayoría. Y seguiremos siéndolo por un buen tiempo, porque como ya bien dijo el inquilino de Palacio Nacional: hay relevo generacional.

Siempre pensé que no vería lo que mis ojos atestiguaron en el 2018 y me siento agradecido por la oportunidad que la vida me ofreció: ver establecerse, por fin, un gobierno mínimamente democrático. Los que trabajamos desde abajo, desde muchos años atrás, sin alardes ni aspavientos, picando piedra siempre, desde donde nos tocó estar, el aula, el teatro, los medios de comunicación, la escritura, el sindicato, la familia, los hijos, sin aspirar cargos, puestos, dedazos y designaciones, en la medida de lo humanamente posible, podremos decir que pusimos un grano de arena que se sumó a muchos millones más y la tarea se hizo.

Por cierto, recuerdo la primera marcha importante a la que asistí, fue en 1970, en el primer año de bachillerato. El recorrido fue de las instalaciones de la UAQ, en la calle de 16 de septiembre a Madero 70, donde exigimos al gobierno estatal izara la bandera nacional que llevábamos, a media asta, en memoria de los estudiantes caídos en la Plaza de Tlatelolco. Y como no hicieron caso, un puñado de compañeros subieron a la azotea del edificio y la izaron tal y como lo demandábamos.

Era el 2 de octubre. Eso me sacudió, sin saberlo, políticamente, como a todos los compañeros que ahí participamos. Ahí fue cuando el 68 me alcanzó.

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