Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
Cada jueves de Corpus Christi, siendo el día de la celebración de la eucaristía y del “cuerpo de Cristo”, también era día de las mulas, de los manueles. Por tal razón, mi padre Manuel Basaldúa Zárate festejaba esa fecha invitando a sus amigos y vecinos para ofrecer una comida que consistía en mole rojo, arroz, con abundantes tortillas y desde luego algo de destilados para beber. Lo que sucedía en esa comida era la ratificación de la amistad con sus conocidos, compañeros de trabajo unos y otros sus vecinos que en conjunto hacían llevadera la vida comunitaria.
Los invitados, como gesto de reciprocidad, correspondían llevándole mulitas hechas con hojas de maíz, una artesanía que se podía adquirir con los vendedores que pululaban en la ciudad. Esa celebración instituida desde la Edad Media, y la tradición de las mulitas, con influencia de la época virreinal en la que a la celebración se le empezó a relacionar con los burros y mulas que transportaban las mercancías para la celebración de Corpus Christi está a punto de extinguirse totalmente ya en estas décadas del Siglo XXI.
Anteriormente las personas celebraban su cumpleaños, y también el “día de su santo”, es decir, el día que correspondía la celebración del santo del cual en muchas ocasiones era tomado su nombre. Hoy eso ya no se hace, ya no se celebra, sobre todo si el sujeto en cuestión ya no se llama José, Jesús, María o Teresa. Y sus nombres son Brandon, Brayan, onomatopeya de Brian, o Jenifer, Anaid, o cualquier otro nombre anglosajón. Y menos si estos sujetos ya no acuden a misa y son practicantes católicos.
Otra de las costumbres y prácticas que están desapareciendo, siguiendo esta veta religiosa, es la celebración a dichos Santos o Santas. Por ejemplo, la celebración del día de San Antonio. Santo que las solteras o las que no conseguían novio todavía ponían de cabeza la imagen de dicho hombre de Dios. Ahora con la presencia del poliamor, el orgullo de ser “single” o de los amores a distancia, por no citar las aplicaciones para conseguir pareja como Tinder o tener encuentros frugales en “Onlyfans”, San Antonio ha pasado a segundo término y en pleno desuso.
De las fiestas para ofrecer comidas como el mole, ya ni se diga. La alimentación también ha cambiado, con el alto padecimiento de colitis, alergias, y consumo de alimentos light, las reuniones y festejos sucumben.
Las fiestas en las Iglesias van en ese camino del exterminio de viejas costumbres. Ya no se puede usar la otrora luminiscente pirotécnica porque según esto, causa demasiada contaminación. Ya ni se diga el uso de “cuetes” en las misas de gallo o al alba, porque molestan a los habitantes y no les permiten descansar al interrumpir su sueño. Y el estruendo causa stress a los “lomitos” o “peludos”, o sea a los perros que han sido convertidos en “perrhijos”. Esas personas que se desvelan con el uso de sus teléfonos por estar chateando, y proyectándose en los animales domésticos que piensan que sufren.
Si decimos que hay un adiós a las viejas prácticas, es porque la sociedad ha estado transformándose. ¿Pero cuáles son los costos de tal modernidad? Ahora volvemos a ese punto. Lo que debo remarcar ahora es que la vida moderna está modificándose vertiginosamente sin reparar lo que se deja de lado, incluso en el abandono sin reponer algo a cambio.
Al alejarse de las celebraciones de los santos, de las fiestas religiosas, se aleja también de un tejido social que estaba representado en las cofradías, en los grupos de amigos, en las comilonas amistosas, reuniones que daban lugar a lazos sociales que se reforzaban constantemente, en un constante y vivo ejercicio de reciprocidad, como en las eficaces formas del “mano vuelta” campesino, o las jornadas comunitarias de los grupos sociales simples que permitían un núcleo de socialización fuerte entre las poblaciones.
Si recordamos aquella frase que se leía cuando había teléfonos fijos en los escritorios o las casetas: “el teléfono se hizo para acortar distancias, no para alargar conversaciones”, aparece otra que no puede pegarse en ningún lado ni hacerse visible constantemente: todos estamos conectados, pero no estamos comunicados”. Hay una tremenda soledad entre las personas que tiene comunicaciones con su familia, sus amigos, sus compañeros de clase, vecinos y demás. Se leen, pero no se escuchan, no se comunican efectivamente. La soledad los invade y buscan compañía no de las personas, sino de likes o de mensajes leídos. Su concomitante es que hay muchos grupos de whatsapp ente los vecinos, pero no se conocen los vecinos de una colonia. La apatía va acompañada de los likes y pertenecer a un grupo. Incluso en las relaciones románticas, hay más emoción y excitación en leer un mensaje, o en enviar una foto erótica, o una frase candente que en acariciarse físicamente y mirar cómo se pone la piel de gallina.
Olvidamos ya las viejas prácticas, pero no las sustituimos con sus equivalentes. Pagaremos caro el precio. Mientras, no se olviden de felicitarme por mi santo el próximo junio, Día de las mulas, Jueves de Corpus Christi, día de la eucaristía y del pentecostés.
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