Luz Neón
Recargando textos y escritos
Manuel Basaldúa Hernández
Nota Preliminar: Diálogos en el infierno me ha permitido usar su espacio en estas 120 entregas para compartir algunas de mis reflexiones sobre la vida urbana, en la que atravesaron algunos aspectos como la política urbana, la política a secas, y otros fenómenos dedicados tanto a la ciudad como cuestiones de la ciudad. Las notas fueron deliberaciones que pretendieron llamar la atención sobre tales asuntos.
A partir de ahora, quisiera rendir un homenaje a Umberto Eco con ensayos breves, como él lo hizo en su Diario Mínimo que editó en la década de 1960, siendo su obra una recopilación de sus publicaciones en algunos periódicos italianos. Estos breves ensayos que ahora les ofrezco corresponden a esta segunda época de Luz Neón, desde luego que tendrán distintos y variados temas, pero seguirán tratados con la visión antropológica con la que se ofrece a los selectos y escasos lectores. Espero seguir contando con su apreciable amabilidad de la lectura de los siguientes textos.
Sexualidad barroca
El Siglo XXI tenía reservada una aguda contradicción aplicada a gran parte de los habitantes del mundo, y quiero pensar en nuestro espacio queretano. Terminadas las dos primeras décadas del Siglo XXI lo que prometía ser una gran revolución ha devenido a una dictadura escandalosa y silente a la vez: la sexualidad.
En los últimos años la sexualidad se abrió de puerta en puerta sin tapujos ni represión de pulsiones y deseos, de prácticas y teorías, de leyes y sanciones, de una ideología que solo tiene como límite su propia libertad, o su contradicción. Paso a explicarme: la sexualidad abierta y libertaria que se pregona en gran parte del mundo en estos días, ha sido gracias a las feministas, así como a aquellos integrantes de movimientos de sexualidad alternativa LGTB+.
Cierta represión e hipocresía llegaron a cubrir con su velo moralista la vida y costumbre provincial del Bajío en donde se incrusta Querétaro. En ese Querétaro conservador y barroco del siglo pasado la sexualidad era un tema soterrado en público, pero homenajeado en privado. Lo propio del cuerpo femenino era impropio. Sangrar era vergonzoso, la menstruación en las mujeres era tabú y un reto tratarlo como forma de higiene personal libre.
Recuerdo que las mujeres, ya iniciada la segunda mitad del Siglo XX, acudía con discreción y vergüenza a comprar sus tampones y toallas femeninas, las cuales eran entregadas cubiertas con papel periódico, que después de adquiridas las compradoras se escabullían rápidamente para no ser vistas con su bulto higiénico. Años antes, se recomendaba que las mujeres menstruantes evitaran tomarse un baño hasta que acabara su periodo. Los hombres efectuaban ese mismo rito cuando se atrevían a comprar preservativos, pero era más común evitarse la pena y mantener a sus esposas con frecuentes embarazos.
Las casas de citas, ubicadas estratégicamente a las orillas de la ciudad, eran visitadas por parroquianos de todas las clases a donde acudían a efectuar lúbricos encuentros. La iniciación de los adolescentes tenía su fase teórico-visual en las peluquerías que ofrecían revistas con desnudos, más tarde eran lanzados a los tugurios para su iniciación carnal con las suripantas, ante la risa y escarnio de los adultos.
La homosexualidad no estaba ausente, también había lugares para esos encuentros eróticos, que, aunque consabidos eran menos comentados, aunque dentro de las familias quienes tenían tendencias homosexuales o bisexuales siempre estuvieron secretamente guardados.
Mientras ese tipo de represiones físicas se ejercían, en los medios de comunicación masiva, en esa apoca solamente la radio y el cine eran los dos grandes campos, se dejaban escuchar temas como “haciéndote el amor” con Los Locos del Ritmo. Nadie reparaba en esas imágenes pornográficas de copular y copular a una jovencita, como muestra del amor juvenil. Igual muchas otras canciones del género de la balada y de esa música locuaz del rock & Roll.
Deseo y represión, ambigüedad contra el machismo
En estas dos primeras décadas del Siglo XXI la genitalidad y la erotización se visibilizaron, pero como sucede en todas las fases de la historia, esta fase de libertad también trae su parte de represión psicológica y moral. Las mujeres y los hombres viven a plenitud la verbalización e iconografía de la genitalidad mezclada con la sexualidad. Uno puede caminar por las calles del Centro Histórico de la ciudad y encontrarse con tiendas que ofrecen en las puertas de esos negocios lencería provocativa y sugerente sin que nadie se inmute. Mallas con aberturas en el espacio de la vagina, negliges con bra de media copa, tangas atrevidas, calzones o boxers para hombres luciendo bultos de penes enormes como parte de un paisaje sexualizado que antes era impensable. Si antes era una vergüenza que se le vieran los calzones debajo de la falda o vestido, o que se bajara el pantalón que se viera el resorte, ahora es motivo de orgullo. Las tetas son ofrecidas a los ojos ciegos de los voyeurs que están impedidos de practicar la contemplación.
La adquisición de los tatuajes ha dado paso también a esa invitación-represión del vouyerismo frustrado. Los tatuajes en los hombros ofrecen un toque erótico, pero la ubicación de los tatuajes entre los pechos, en la espalda a la altura de la cola, en la entrepierna o en el área del pubis son muestra de mirar-y-no-mirar.
Los moteles para los encuentros fugaces anteriormente estaban ubicados en los lugares lejanos y discretos, ahora pululan en las arterias de comunicación con visibilidad y acceso amable, si me permiten el termino animalista, esos moteles son sex friendly. Y para muchos ya no es muestra de discreción sino hasta de orgullo entrar y salir a cualquier hora de esos centros de la copula fugaz y ganosa.
La prostitución en el centro histórico de Querétaro ha sido un mal necesario. El ramillete de damiselas en escasas prendas, ya forman parte de la arquitectura de la Alameda, que recogen sus clientes para perderse en los entramados de las calles de San Francisquito. Son la parte visible del ambiente cachondo que hay en los bares de las calles vecinas de mercados o avenidas, y que las meseras solo tienen encuentros calenturientos con los clientes tímidos o advenedizos.
Toda esa parafernalia es complementada con los servicios de scorts, ofertados por medio de redes sociales, o reuniones convocadas para encuentros swingers en lugares secretos, o al menos no oficiales ni visibles, propios de un club de nutrición. Sin dejar de lado, algunos lugares clandestinos o de renombre para encuentros frugales en los que están incluidos sectores de distintas clases sociales.
Si antes se usaba la popular frase provinciana de “viernes social, sábado sexual y domingo hipocresía”, indicando que la convivencia con los amigos, el encuentro amatorio y la visita a la iglesia reparatorio, ahora se respira en el aire toda la erotización y genitalidad en los teléfonos celulares, las redes y los encuentros consensuados. Todos le apuestan a la “normalidad” de la familia clásica y convencional, pero gozando de las salidas a hurtadillas para los encuentros con el amante, la amante y la “cana al aire”. Dice Umberto Eco: “Los matrimonios se realizan por exigencias que no tienen nada que ver con el amor, y si no el amor, si van a buscar fuera de aquel los placeres de la atención galante y afectuosa.”
No obstante, esta aparente apertura de la sociedad a la genitalidad, la sexualidad y la carnalidad hetero y homosexual, tiene a la mano su antídoto en la denuncia del acoso, como ya hemos dicho, la discriminación y la homofobia. Y en Querétaro, la herencia del arte barroco nos permite recordar que la moralidad tiene ese mismo toque en el campo de la sexualidad. Eso sí, se mantiene el “no es no”, y la denuncia de acoso está a flor de piel.
El machismo se ha quedado en calidad de costra de una herida que traemos arrastrando por no haber definido aún una convivencia plena con los géneros y la sexualidad contemporánea. Una costra sangrante que las feministas y anexas se dedican a levantar o a pegar de acuerdo a sus intereses lúbricos.
Deja una respuesta