Me Lleva El Diablo 29 de mayo de 2023
La mente humana suele ser un territorio contradictorio. Por un lado, es fascinante su intrincada complejidad y sus posibilidades, por el otro, es vulnerable a manipulaciones y engaños.
Y en política se dan las dos situaciones de manera impredecible: a pesar de que un partido político se ha presentado como la esperanza de México, en realidad ha defraudado, porque prometió muchas cosas buenas, pero la realidad, entre muchas otras cosas, es que la pobreza no ha disminuido, la violencia y la inseguridad han aumentado, por mencionar algunos añejos problemas sociales no resueltos.
Lo anterior se puede acreditar al pasado y al presente, cuando gobernó el PRI, cuando gobernó el PAN y ahora que gobierna Morena.
Los comicios que se llevarán a cabo el próximo domingo en el Estado de México y Coahuila, también serán un termómetro para el gobierno de la llamada Cuarta Transformación.
Cada uno podrá sacar sus propios análisis y conclusiones de algo que, sin duda, será el reflejo de la estatura política de nuestro país.
No hace falta ser un analista político para percibir que el PRI está jugando última partida, que el gran dinosaurio está herido de muerte y apenas le queda una tabla de salvación: solo una victoria en el Estado de México, el más poblado del país y el lugar que durante décadas le proporcionó glorias y líderes, podría apartarle de la debacle final.
También en Coahuila tiene una oportunidad de salvar unas siglas que parecen irrevocablemente llamadas a desaparecer. No lo tienen fácil.
Son pocos los líderes políticos que no hayan forjado su carrera en las filas de este partido, desde el presidente López Obrador hasta el líder de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, pasando por Adán Augusto, Ricardo Monreal, , Marcelo Ebrad, Manuel Bartlett, Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, solo a Claudia Sheinbaum no se le conoce militancia en el tricolor.
En Querétaro que les cuento hay leyendas urbanas que, hasta el Cerrillo, Ricardo Anaya, pasando por algunos otros distinguidos panistas, primero pasaron por el tricolor, y muchos de ellos, como Arturo Maximiliano, Santiago Nieto, y otros “distinguidos” morenistas, primero fueron priistas y panistas. Puro primor con pan.
Bueno, hasta un exgobernador príista influye fuertemente en el PAN local y en el gobierno del estado, y en el municipal.
No podía ser de otra manera; no había, prácticamente, otra formación a la que apegarse si uno quería dedicarse al noble oficio público de altos vuelos.
El PRI es todo un adjetivo fatalmente connotado.
Si se habla de corrupción política, eso es priismo; si se traen acarreados para una manifestación masiva, eso es priismo; si se manipulan las urnas en un proceso electoral, eso son mañas priistas; si se designan candidatos contra la voluntad de sus militantes – ahora en el PAN les dicen candidatos ciudadanos-, eso es herencia priista.
Y así se conduce todavía un país que también vivió sus mejores y peores momentos al lado de este partido.
Ahora que el PRI – en Querétaro y en el país- está derrumbado y jadeante contra el suelo, enfermo, el priismo esta muy vivo.
Muchos saben que sus electores siguen ahí, millones de mexicanos que en su día acudían a los mítines porque así lo hicieron sus padres y abuelos tienen hoy que buscar nuevo acomodo, y todos los partidos y políticos esperan que esos votos caigan de su parte.
En la entidad desde la elección pasada un bue,n puñado de priistas ya engrosan las filas morenistas, algunos se habrán sumado al conservador PAN, otros son “kuristas”, “panchistas”, “canzadistas” a morir, y otros pensarán en nuevas formaciones.
La ideología priista es tan basta, tan amplia que tuvo, y tiene aún para todos los partidos, y cuando digo todos son todos, para que nadie se ofenda porque queda fuera.
Deja una respuesta