Hoy, hace 11 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, un paso determinante para exigir que nos dejaran de considerar enfermos y anormales.
Pero es importante recordar que 17 años antes de esta fecha, en 1973, gracias a una larga lucha de colectivos de lesbianas y homosexuales en Estados Unidos, se logró que la Asociación Norteamericana de Psiquiatría dejara de considerar la homosexualidad como un trastorno, el cual estaba catalogado en la sección de ‘Desviaciones sexuales’ y aparecía publicado en la segunda edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-II).
En 2014, el entonces presidente de México, Enrique Peña Nieto, promulgó un decreto por el cual se declaró el 17 de mayo como el Día Nacional de la Lucha contra la Homofobia. Con este decreto presidencial, el Gobierno Mexicano armonizó y alineó esta conmemoración nacional con el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, promovido por la ONU desde 2004.
Hoy, a 50 años de aquel importante paso en Estados Unidos, a 33 años del reconocimiento de la OMS, a 19 años de la promulgación de apoyo por parte de la ONU y a 9 años del decreto mexicano, todas estas acciones en favor de los derechos de la comunidad LGBT+ aún carecen de algo más para lograr la plena igualdad y armonización de las leyes, ya que pagamos los mismos impuestos que el resto de la ciudadanía.
Todas estas acciones positivas han sido insuficientes para detener las violaciones de nuestros derechos humanos y legales, insuficientes para salvaguardar nuestra integridad física y emocional. Los asesinatos contra miembros de nuestra comunidad, especialmente mujeres trans, siguen en aumento.
Una gran parte de nuestra comunidad sigue enfrentando el VIH y el SIDA, especialmente las nuevas generaciones que carecen de información y apoyo para la detección temprana. Ahora llegan a hospitales y centros de atención en estado avanzado de SIDA, sin poder recibir la atención adecuada debido al desabasto de medicamentos, y con una falta de acceso a la prevención de nuevas infecciones, como la PrEP y PEP, también afectada por la escasez de suministros.
A esto se suma la aparición del virus del mono, que ha colocado a México en segundo lugar a nivel mundial sin esperanzas de adquirir vacunas. Todo esto se une al abuso de Cristal/Fentanilo que nuestros jóvenes utilizan para escapar de la triste realidad en la que viven constantemente. Esta realidad está afectando gravemente a nuestras nuevas generaciones y nos coloca en una situación muy peligrosa.”
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