Manuel Basaldúa Hernández
Las observaciones que a continuación realizo están enfocadas particularmente a la ciudad de Querétaro, pero bien pueden ser utilizadas para aplicarlas en cualquier ciudad de nuestra República Mexicana. (O casi).
El tema de esta ocasión lo he llamado arqueología urbana, a propósito de la instalación de unas “papeleras solares” que el gobierno municipal instaló en el área central del centro histórico de la ciudad de Querétaro. Estos basureros fueron más notorios y se convirtieron en noticia debido a una temporal clausura por parte del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) que tiene como tareas, entre otras, cuidar del patrimonio urbanístico.
Serán 400 papeleras de este tipo, que de acuerdo a su información oficial serán instaladas por pares, una para basura inorgánica y otra para la basura orgánica. También habrá 50 papeleras soterradas. Y para redondear, se instalarán 1,500 “papeleras” Doggys para recolectar las heces caninas.
Es decir, en la ciudad contaremos con un poco más de 18.500 papeleras Cibeles, de las que se encuentran sostenidas en los postes para la basura de mano. Cómo vemos, la infraestructura es basta aparentemente. Sin embargo, en la realidad, vemos que las papeleras Cibeles están rebosantes de basura, sin mantenimiento adecuado, muchas de ellas destruidas por los vándalos.
Si uno observa con detenimiento, la ciudad contiene una serie de vestigios de cada una de las administraciones municipales con buena voluntad más que con planeación, y con un programa sostenible y sustentable. Tales vestigios han inundado el espacio urbano y se convierten en basura poco tiempo después de ser inaugurado por las autoridades. O bien, cuando termina un periodo de un gobernante para que otro pueda proponer e instalar más objetos de esa naturaleza y con ese efímero propósito.
Así podemos encontrar aunado a miles de casetas telefónicas, los cientos de kilómetros de cableado de las compañías que son acumuladoras compulsivas en los postes de la CFE o de Telmex, también aparadores de publicidad concesionados a empresas privadas, pantallas digitales, anuncios metálicos de fraccionamientos, tiendas de autoservicio, también están como mudos testigos de las intenciones de solucionar la movilidad las barras metálicas de varias etapas del transporte público; unas donde hay mapas de ruta, otras de líneas de destinos, etc. Además, las láminas de la nomenclatura de las calles, y no se diga las obras de infraestructura que son las llamadas obras cumbre de cada periodo de gobierno. Concentrados esos servicios en la parte del Centro Histórico, no corre la misma suerte el servicio ni mantenimiento esa infraestructura en la periferia de la ciudad. Si uno quiere estudiar los problemas que padecía la ciudadanía en ciertos tiempos, hay que buscar y encontrar los objetos olvidados que alguna vez tuvieron una propaganda para su uso. Para tal efecto ese estudio bien podría llamarse “arqueología urbana”.
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