Estela para José Emilio Pacheco
Te nos mudaste hace un par de años, hoy hace nueve años para ser precisos. Tu ausencia total implicó tu buen humor e inexpugnable escepticismo. Yo te conocí con maravillosos libros, los que no podíamos tener un trato tan cercano, era la opción más próxima y tú, como ese reservado personaje, como tu poesía, era la forma de poder conversar contigo: poder estar con nosotros mismos, entre ruinas, ciudades desechas, grises y monstruosas.
Antes de leerte en “Las batallas en el desierto” y “El principio del placer”, te encontré en un pájaro muerto con fondo azul: “Fin de siglo y otros poemas”. Te conocí en mi época de enamorado absoluto, cuando la gula por la poesía era inflamable. Ese incendio permanece, lo otro, lo otro, ya es una bella anécdota.
Ese libro me fosilizó con tus terribles poemas, por ejemplo: ‘El reposo del fuego’ y en ‘Alta traición’, resumiste todo mi pesimismo y escepticismo con un leve destello de ingenua esperanza por este miserable país, al cual amo menos cada día. Yo sé que tú no estarías de acuerdo porque sólo nos quedan montañas y tres o cuatro ríos. Al expresarlo solo refuerzo la aburrida descalificación.
En cierta ocasión te conocí y como siempre, tu nuda sencillez me deslumbró y pensé: “¡Putamadre! ¡Es tan sencillo como si no fuera José Emilio Pacheco!”. ¡Me firmaste ese libro maravilloso con el cual ganaste el Premio Aguascalientes!: ‘No me preguntes cómo pasa el tiempo.’ Lo admiraste y dijiste con tu finísimo sarcasmo: “¡Ay, caray, este ya no lo tengo! ¿No me lo vendes?”, me preguntaste y te respondí, “¡No, cómo crees!”. Lo firmaste y escribiste: “A Benjamín 40 años después”.
Tenías treinta años cuando lo escribiste. Yo, sólo cincelo breves miserias. Una de ellas, Diáfana Patria, te la compartí hace diez años y con tu respuesta me alentaste mucho a seguir creyendo en la poesía, en lo único que creo en este mundo:
“Te conteste ayer, querido Benjamín, y mi respuesta se perdió en una falla eléctrica. Lo lamento porque ahora sólo tengo tiempo para agradecerte la dedicatoria y decirte que tu poema me ha estremecido. Es la respuesta que tantos otros no hemos logrado darle al horror que nos cerca por todas partes. Un gran abrazo de verdad.
José Emilio”.
Berny, intento dar respuestas desde el desierto de la academia, pero no lo he conseguido, quizá deba interpelar con la poesía. En fin:
“Sólo hay este presente. / No existen el mañana ni el pasado. / Pero seguramente / no estaré ya a tu lado / en otro tiempo que nació arrasado”. ‘Égloga octava’, De Los elementos de la noche.
¡Larga vida a tu poesía!
Benjamín Ortega Guerra
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