Por Manuel Basaldúa Hernández
A nivel federal se ha legalizado la mariguana, pero también se ha decretado que se prohíbe fumar en espacios abiertos y públicos. En este tiempo también estamos experimentando severos castigos a la pederastia, a la violencia hacia las mujeres, a las violaciones, a la violencia de género, pero también se propicia y hasta promueve la
vida liberal en el campo de la sexualidad, llegando casi al nivel de la pornografía vulgar, tanto visual, verbal y musical.
En México nos encontramos a cada paso con una contradicción casi kafkiana. Normalizada y emanadas de costumbres que chocan con las leyes, o normas jurídicas que buscan ofrecer un equilibrio que den idea de la justicia, o de una postura que complazca al ciudadano. Esta contradicción se hace más compleja e inaudita cuando tiene fines y propósitos políticos. Aunque, por otro lado, son originadas por acciones y demandas que plantean un pequeño grupo, sin tomar en cuenta a otros grupos, sin considerar el bien común, y también el sentido común.
Tales contradicciones las encontramos en nuestra vida diaria, que por su cotidiana presencia o uso no nos causa extrañeza y las vemos como normal. Basta con transitar, por ejemplo, en una autopista y encontrarse con letreros que limitan la velocidad de los vehículos, es decir, nadie respeta los límites señalados. Incluso los mismos letreros que invitan a respetar las advertencias, pero sin que exista un castigo o penalización por ello. O bien, hay un castigo desmedido o incomprensible por algo que busca protegerse.
Me han llamado la atención dos aspectos más de dicha contradicción, que desafortunadamente aparecen en nuestro escenario local. La primera es esta promoción y apropiación (o despojo) de “la muñeca lele”. Artesanía nhanhu, también llamada entre los ladinos como otomí, que es elaborada principalmente por miembros de dicha etnia. Tal figura se vende ya como mercancía y no como artesanía original. Pero el Gobierno del Estado la presume por una gira mundial, y últimamente vimos que hasta le regalaron una a la Reina Leticia de España. Mientras esa muñeca indígena es el orgullo mexicano y queretano, no hay dignificación para estos mismos miembros nhanhus. Considerados como apestados dado que son relegados a los rincones y calles alejadas donde no pueden ofertar su artesanía. Muchas veces golpeados por los inspectores municipales o involucrados en pleitos donde por lo general salen perdiendo.
Pero también con la vida moderna y laboral ocurren tales contradicciones. El caso es que las autoridades promueven como su mayor logro atraer inversiones a sus entidades en el periodo de su mandato, sin reparar en sus efectos y consecuencias. Me refiero a que por medio de giras con comitivas de funcionarios a otras naciones, se concreta que se instalen fábricas, bajo el argumento que generarán empleos. Lo cual es cierto, pero ya instaladas estas empresas, resulta que no encuentran la suficiente mano de obra, y sobre todo mano de obra especializada. Y al existir más demanda de empleos, la puja por los puestos se pone en marcha, originando una alta rotación de trabajadores, poniendo en aprietos a las empresas para cumplir con su producción. Al fomentar una inmigración forzada se ocasiona como efecto demanda de más servicios públicos, y dando lugar al stress de los recursos naturales, ocasionando depredación de estos recursos, especulación de vivienda, servicios y alimentos. Nuestro paisaje de modernidad y sustentabilidad se esfuma cuando los problemas son mayores que los beneficios que se pregonan, y da lugar a pensar que estamos más bien en un espejismo. ¿Algún día comprenderemos que estas contradicciones ya no deben seguirse generando?
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