Neon

Manuel Basaldúa Hernández

 

La ciudadanía queretana se encuentra distraída por el fulgor del crecimiento de su ciudad. Si la segunda mitad del Siglo XX fue el tránsito de lo rural a lo urbano y luego a lo industrial, en las primeras décadas del Siglo XXI fue el boom poblacional e inmobiliario. Todo desarrollo tiene sus consecuencias no esperadas y en el caso de Querétaro no ha sido la excepción.

 

La ubicación geográfica en el país a saber, por sus vías de comunicación son destacadas, como las vías del ferrocarril que dan paso a Nogales y en general al norte para distribuirse a lo largo de la frontera con Estados Unidos. Le siguen en importancia la famosa carretera 57, llamada en algún tiempo del Tratado de Libre Comercio. Un elemento más es su cercanía y fácil acceso a la ciudad de México.  Además, un elemento adicional es su clima templado. Hasta ahora es un lugar considerado con cierta seguridad pública y acceso a amenidades, centros educativos y de abasto, Querétaro se ha convertido en un lugar de fuerte atracción en todos los rubros.

 

La costumbre de acudir a los centros de trabajo y educación, así como a los centros de abasto, que antes se podía hacer caminando, se ha transformado para requerir hacer uso del transporte público o bien de un automóvil. Los centros de vivienda y sus servicios empezaron a tener distancias largas y su ubicación dispersa. La densidad urbana y poblacional desató una competencia por el control del espacio, de las vías de comunicación, entre otros aspectos necesarios para acceder a la ciudad. Tiempo, dinero y stress son los costos más evidentes, entre otros, los que hay que pagar por vivir en Querétaro.

 

Un costo más, aunque ya normalizado e invisibilizado es el de la desigualdad que cada vez se hace más patente y patético. Pero también el costo es vivir en una ciudad que está perdiendo su estética. Es decir, las calles están muy deterioradas, tanto de la periferia como la del propio Centro Histórico, los baches y la falta de piezas de las calles son un riesgo para la ciudadanía. La basura pulula en gran parte de la ciudad, y las calles se encuentran sucias. El cableado aéreo se ha convertido en parte de la contaminación visual, los grafitis en bardas, paredes y superficies amplias.

 

El costo de los impuestos elevados; predial, multas de tránsito, servicios burocráticos, tenencia, entre otros se suma a pagar el costo de vivir en una ciudad que da la imagen de una ciudad descuidada y maltrecha. Es decir, esta visión altera el estado anímico de los habitantes, e imprime un sentimiento latente de stress que tiene repercusiones en la salud mental, física y económica de los pobladores.  Una presión más que se le agrega es la visible desigualdad que se esta generando. Se ve bien que se construyan más colonias o fraccionamientos de nivel medio y de lujo, seña de un auge económico y desarrollo del lugar, pero también hay cinturones de miseria mas gruesos y áreas urbanas de nivel bajo que hace variopinto el paisaje. También el paraíso tiene su lado oscuro.

 

 

 

 

 

 

 

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