Neon

Luz Neón

Manuel Basaldúa Hernández

El machismo se ha convertido en una forma de actuar en los grupos sociales contemporáneos adoptado por hombres y mujeres. Se ha constituido como problema agudo debido a los grados de violencia, reproducción de modos de actuar frente a los demás, complejos psicológicos, lagunas en las leyes y distorsiones sociológicas de convivencia. Además, su expresión conspicua en lo fálico, con repetidas y molestas actuaciones que se basan en el genitalismo han dado como resultado un hartazgo en la invasión de la intimidad y el espacio del otro.

 

El machismo es la cara visible del patriarcado que tiene marcada la historia de la humanidad, y que ha normalizado la dominación de un género sobre otro. Hoy vivimos un tiempo de cambio que busca erradicar ese modelo de dominación. Pero su transformación no ha resultado fácil, porque no se han puesto claros los límites del problema. Sobre todo, en una época en que la sexualidad ha emergido como una fuerza liberadora de los moldes conservadores heredados desde tiempos victorianos.

Pero el romanticismo, el erotismo y la sensualidad se han visto rebasados por perversiones manifiestas, posturas pornográficas y displicencias vulgares como expresiones pseudoliberadoras y pseudoprogresistas. En este tiempo, el propósito de la sexualidad para la reproducción de la especie se ha volcado en una burda forma de posesión y expresión para la relación social.

Y este se manifiesta en demandas de grupos que protestan desde casos por el aborto hasta el acoso. La sexualidad humana tiene dañada su brújula y se dirige ciega a derroteros inciertos. Extrañamos la claridad de Wilheim Reich.

 

La sexualidad se ha convertido en uno de los asuntos más acuciantes de la humanidad contemporánea. “Machos y hembras, se nos dice a menudo, tienen temperamentos fundamentalmente diferentes y se contraponen también en los terrenos del deseo, las cualidades de sus sentimientos y emociones, de la personalidad, de la capacidad de aprender, y de las aptitudes.” Nos dicen las antropólogas Kay Martin y Bárbara Voorhies (1975). En términos físicos, la diferenciación física de los órganos reproductivos y la tendencia a la reproducción fue haciéndose compleja a medida que se establecieron grupos gregarios y la división del trabajo al inicio de las sociedades primigenias. La observación de los aspectos biológicos y culturales permitió encontrar distintas maneras de organización en la historia de los humanos.

Y de esa manera los rasgos del sexo físico o fenotípico de una persona, a partir de esa herencia genética acentúo la división de machos y hembras. Pero pronto se rebasó esa mirada que superó su aspecto meramente anatómico para dar paso a un sexo social o de género. Aunque en el fondo, el físico no  dejó de lado su inclinación por la supremacía entre ambos sexos.

 

La humanidad llegó a una etapa de madurez a lo largo de su historia y su desarrollo con esa división para enfrentar la naturaleza y llegar a dominarla. Pero en su paso, la sexualidad social fue haciéndose no solo compleja, sino contradictoria y paradójica. El aspecto conyugal fue importante para dar forma estructural a los grupos y a los pueblos, y así ceñirse a modelos matrifocales o patrilocales. La aparición de estereotipos de formación de grupos se multiplico, y de manera ascendente el modelo patrilocal terminó en convertirse en patriarcal hasta nuestros días.

 

La reproducción de la especie, de los pueblos, de la progenie, del parentesco, de la clase y de la alcurnia, entre otras asignaciones socioeconómicas y culturales estuvo ya asegurada en la medida de que creció el número de familias y pueblos, sobre todo con la aparición de las ciudades.

 

Con la aparición de los núcleos urbanos, la división sexual del trabajo perdió la vigencia anterior. Pero al emerger el capitalismo la inclusión de las mujeres a los talleres le dio una nueva forma de división de sexos y de explotación de las personas. En tales periodos históricos esa división fenotípica dio paso a nuevas prácticas de sexualidad.

 

“La sociedad actual esta sexuada en toda su cotidianidad, y a través de los géneros nos relacionamos y se establecen las formas de convivencia, y esto requiere de un gran esfuerzo para que tengamos la disposición y el ánimo de aceptarla, y aprender a respetar sus múltiples expresiones, desde una visión con carácter de derechos humanos, de interculturalidad, de respeto al otro y de las creencias, y de sus aportes al conocimientos, y desde una perspectiva de género, es buscar un humanismo, un humanismo que contemple al interior una diversidad que nos permita nuevos andares y formas de convivencia social y sexual.” Dice la antropóloga e investigadora Yesenia Peña, responsable editorial de la Revista Estudios de Antropología Sexual del INAH. (Oct 2020)

 

La cuestión principal por ahora, es la dificultad de orientar la conducta sexual. No solo a nivel global, sino particularmente en México. Un país con profundas heridas tanto en su identidad como sociedad, y la trasgresión como moneda corriente en el comportamiento de la mayoría de sus integrantes. Si el machismo es su sello, se le ha sumado su carácter clasista, contradictorio, discriminatorio, misógino y violentador de reglas y leyes. Tanto como la frase “puto el que lo lea” escrita en alguna pared anónima.

 

El perfil sociológico de la comunidad mexicana causa pena y vergüenza en este sentido, porque el nivel de feminicidios, violencia de género, acoso sexual, violaciones, entre otros agravantes tiene altos índices en las estadísticas criminales. De acuerdo a la responsable de la Organización “Corazones Mágicos”, dedicada al tratamiento psicológicos de niños víctimas de violencia sexual, el 70% de los ataques sexuales a los infantes proviene de familiares, 20% de vecinos, amigos o maestros y 10% de desconocidos. También señala que en todos los estratos sociales ocurren estos delitos sexuales contra los infantes; en las clases altas no se nota el porcentaje debido a que no hay denuncias, no quiere decir que no ocurran.

Hay más denuncias en las clases populares y clases medias. México ocupa uno de los primeros lugares en producción de pornografía infantil, una alta taza de raptos y desapariciones con fines de trata de blancas. Y desde luego, un alto índice de denuncias y eventos de acoso sexual en los centros de trabajo, en los centros educativos, en la calle, y hasta en los recintos oficiales. Esto sucede en un contexto donde la comunicación social y publicitaria está llena de mensajes erotizados y sexualizados, así como en el reconocimiento de diversos tipos de identidad de género que en su afán liberador y de libertad de expresión, con tufillo de izquierda, y distrayéndose con malabares linguisticos, han convertido a la sexualidad en una esfera genital y pornográfica.

Pero en estos ajustes de visión y comportamiento, tal como dice la Mtra. Lilia Hernández, una de las antropólogas de la ENAH  “Aunque nos encontramos en pleno siglo XXI, la sexualidad y en general la diversidad sexual, no es evidente, y cuando lo es, genera tensiones, y se requiere problematizar y analizar de manera critica, (…) ya que tratar de negar la diversidad sexual, omitirla o huir de la plasticidad que adquiere la experiencia social y personal y en la cotidianidad para evitar la confrontación con el otro que se atreve a nombrar su deseo” se hace necesario reflexionar sobre el tema.

 

En suma: la sexualidad humana atraviesa por momentos críticos de cambio y ajustes para normar los patrones de conducta, el reconocimiento de nuevos agentes de interacción sexual, y la delimitación de las fronteras corporales y de intimidad que le den respeto y satisfacción a cada uno de los géneros. No basta con severas acciones punitivas, con la negación del problema, el despido o destitución de autoridades como actos de venganza, es necesario reeducar para tener una sexualidad plena y placentera, y así lograr una salud mental, reproductiva y sexual que sea positiva para la sociedad. Todo esto para que los géneros desarrollen, experimenten y concreten deseos y satisfacciones propios de la libido y el deseo. Serán vanos los esfuerzos de victimización y denuncia sino se aclaran los límites y alcances de los cambios sociales y psicológicos que se pretenden en nuestra sociedad.

 

 

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