En esta ocasión, como bien escribió Scott FitzGerald: hablo – escribo- con la autoridad que me da el fracaso, en un tiempo de paro, en el tiempo de la comunidad estudiantil de la UAQ.
Aunque Joaquín Sabina ya había grabado su primer disco en 1978, el de Inventario, es hasta 1980 cuando graba Malas Compañías, disco que considera como su auténtico debut, y de ahí viene Pasándola Bien, un boogie boogie sabrosón, irónico, rítmico, digno de un maestro de la vida.
Creen, porque la gente no habla ya de mí,
que estoy más acabado que Antonio Machín.
Dense prisa si me quieren enterrar,
pues tengo la costumbre de resucitar,
y salgo del nicho cantando,
y salgo vivo y coleando,
pero pasando.
Bien podría ser la rola de campaña de cualquier pre-pre-pre candidato a la gubernatura o al senado de la República, o a la Presidencia Municipal de Querétaro, o a cualquier puesto de elección popular, de esos que llaman chapulines; pero es más un himno para aquellos burócratas sabinianos de closet, o para esas plumillas con el estómago satisfecho: en esta rola se encuentran retratados con precisión los rasgos y las contradicciones de su condición humana, los rasgos de aquellos simuladores de la libertad y amantes del poder. No es nada particular, pero entre esos tipos y yo hay algo personal, dirían el primo Nano.
Pasando de críticos,
pasando de místicos,
pasándolo bien.
Pasando de bodas,
pasando de modas,
pasándolo bien.
Pasando de hippies,
pasando de trippies,
pasándolo bien.
Sabina en 1980 era marginal, conocido solamente en los ambientes bohemios, en las peñas, en La Mandrágora, y con este boogie, pegajoso y jocoso, se auto mitificaba, y es que a Sabina el fracaso siempre le ha parecido hermoso, por eso de algunos personajes extrae la lírica más estremecedora, que es la de los perdedores que finalmente triunfan en status Q, o como dicen los políticos que ganando pierden y perdiendo ganan: se caen pa´arriba.
Hay también quien se dedica a disparar
balas que me rozan, pero no me dan.
Al paso que vamos me figuro que
cumpliré más años que Matusalén.
Muriendo y resucitando,
sigo vivo y coleando,
pero pasando.
El tal Joaquín, en esos años, hacia canciones más divertidas, más cotidianas y lúdicas, como esta, o como dice él: las canciones son pequeñas obritas de tres minutos – esta dura 2:43- que tienen una gotita de magia o no la tienen, pero que no son la quintaescencia de nada.
Pasando de mitos,
pasando de gritos,
pasándolo bien.
Pasando de puros,
pasando de duros,
pasándolo bien.
Pasando de cultos,
pasando de insultos,
pasándolo bien.
De alguna manera, o de todas las maneras posibles, siento una extraña atracción por lo marginal, por lo verdadero y genuino marginal, donde no caben los simuladores; y es que Sabina, a pesar de que esté de moda en la clase media y venga a Querétaro a darles perlas a los puercos, es bastante, más que un cantautor progre, la neta el exilio en Londres, el que estudiara Letras Muertas, le da la autoridad de un hombre curtido en la desgracia, alejando del romántico sueño del éxito, que tampoco le desagrada.
Pasando de insectos,
pasando de ineptos,
pasándolo bien.
Pasando de novias,
pasando de fobias,
pasándolo bien.
Pasando de atletas,
pasando de anfetas,
pasándolo bien.
Pasándola Bien nos conecta con el retrato de dos modalidades opuestas, nos conecta con la relación entre el talento y la egolatría, se disfruta más cuando finge seriedad, es puro movimiento que ilumina algunos senderos de la marginalidad, y esa música, esa letra, nos pone en acción porque se trata de escuchar bien lo que bien se imagina, porque puede ser un drama seco, u una comedia bien estructura.
Pasando de gafes,
pasando de cafres,
pasándolo bien.
Pasando de Pili,
pasando de mili,
pasándolo bien.
Pasando de mapas,
pasando del Papa,
pasándolo bien.
Una rola de un compositor comprometido, de un creador políticamente incorrecto y un descarnado cronista de la decadencia burguesa, un genio eterno para los jóvenes.
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