EL LLANO EN LLAMAS: LA GLOBALIZACIÓN DE LAS COMPONENDAS

Por Sergio Romero Serrano
310822

 

El escándalo del cartel inmobiliario en la Ciudad de México, denunciado recientemente y que ha involucrado a prominentes personajes de la vida política del país, es de tal dimensión que ha cimbrado a partidos políticos que han estado en el poder y que se tropiezan una y otra vez, con una estela de desatinos y aberraciones que los extenúan en el contexto de la sucesión presidencial, que ya está en puerta y los colocan al borde del desfiladero.

El acontecimiento ratifica esa sensación añeja que comparto con muchos ciudadanos, de que quién hoy en día desea o participa en política, es en su gran mayoría un oportunista o un vulgar ambicioso, que intenta hacerse rico de manera rápida e impunemente. Entendiendo –por supuesto- que el dinero rápido no se obtiene de manera ortodoxa y decente, y que requiere de contactos políticos precisos en los momentos políticos oportunos.

De ahí que veamos un ejército de prospectos de todas las calañas, deambulando en todos los espacios, reales o creados, en busca a todo costa de una posible oportunidad, sin importarles ideologías, tendencias o principios, por lo que están dispuestos a ir con todo y con lo que sea, con tal de conseguirla.

En su mayoría son burdos y elementales. Se disfrazan de lo que sea, enarbolan cualquier bandera siempre y cuando tenga algún tipo de resonancia en el contexto en el que se mueven y los hay de todas las tendencias y colores, en una zoología impresionante y diversa, tan divertida a veces como patética, que podrían ser intrascendentes a no ser por el terrible daño que ocasionan. Porque –como dice bien el maestro Joan Manuel Serrat- “juegan con cosas que no tienen repuesto”, como es la esperanza, la credibilidad, la integridad o el honor, o por lo menos que no están en el mercado y no cotizan en la bolsa de valores.

A pesar de su mimetismo, son muy identificables. Basta conocer y reconocer sus origines y su trayectoria, para saber de “qué pata cojean” y aunque son expertos en el disimulo y la farsa, realmente nunca pierden “el modito de caminar”. Basta quitarles la sábana para dejarlos expuestos y convertirlo en nada.

A pesar de ello, repiten una y otra vez la parodia y el viejo truco que todos nos sabemos, pretendiendo volvernos a sorprender.

Tal vez por ello tampoco es sorpresivo –por lo menos para mí- que el modus operandi con el que se implementó el cartel inmobiliario referido, se haya ensañado y replicado en varios estados de la República, entre ellos Querétaro cuya capital se desarrolló un boom inmobiliario, que ha resonado mucho, al grado de convertirla en una de las ciudades con mayor dinamismo del país, en la que la obra pública y la urbanización tienen mucho que ver, y que se inició hace algunas décadas a partir del gobierno de Francisco Garrido Patrón hasta nuestros días, con personajes a su alrededor como Ricardo Anaya y Alfredo Botello.

Desarrollo que ha generado múltiples quejas e inconformidades por lo desaliñado y especulativo de éste, acentuando ancestrales deficiencias y contradicciones estructurales de la ciudad, que ha enriquecido –muy cierto y como siempre- a unos cuantos, encareciendo el costo de la vida para la población en general, por encima tal vez de la Ciudad de México y Monterrey.

Es previsible que conforme se vaya desenmarañando la madeja del escándalo inmobiliario de la Ciudad de México, algunos protagonistas de éste, los conecte a nuestro estado y nos vayamos enterando que el entramado del cochupo y la componenda es muy global y moderno y que nos ha alcanzado el progreso, a pesar de la frase célebre del proyectista ciego en la película Cinema Paradiso a Totó, el niño que termina por sustituirlo después del accidente donde pierde la vista, al comprobar que la gelatina en el acetato ya no es inflamable: el progreso siempre llega tarde.

De tal forma querido lector, que yo estoy preparado psicológicamente para lo que venga, que desde hace ya varios años lo veníamos sospechando. ¿Usted no?

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