I
No es la vida del hombre
La que debe ser juzgada,
Si no el hombre ha de ser
Quién juzgar la vida debe.
Cada uno en su innita
Soledad, mira el pasado
Como lápida desierta
O como fuente brotante.
Dirá: la vida es un engaño,
Da menos de lo que quiero
Y al nal de cada año,
De lo que no quiero, da más.
Encadenado al trabajo,
A cada paso, en cada
Esquina, hay que ganarse el pan,
¿Esa condena vale una vida?
II
Abrí los ojos vi la vida,
Cerré los ojos vi la muerte,
Cada día incertidumbre,
¡De mí no depende la suerte!
Unos viven pocos años y mucho dan,
Otros viven mucho y hacen daño;
Unos son corruptos y lo presumen
Y gozan de cabal impunidad.
Unos con dinero el cielo compran,
Al representante del Gran Juez,
Quien provisto de toga o sotana,
Ligero comercia con el perdón
Y las indulgencias, a discreción.
Hambre, guerra, violaciones, asesinos,
Vírgenes, ángeles, todos en el cielo caben.
Mentirosos, traidores, ladrones, pecadores,
¡En el confesionario todos son perdonados!
III
No importa que pisoteen la inocencia,
Que la enfermedad prolonguen,
Que a prostituirse obliguen:
¡Baldón a la puta, perdón al que paga!
Así a la sociedad amagan.
¡A cuántos de ésos premian su maldad!
Fomento a la envidia, ensalzar vanidad:
Para el que oro tiene, ¡Libertad!
Para él que el dolor le adviene,
¡Fé y Religión!
A una mísera vida que implícita
Carga vejación, pena y castigo
Y la burla de que con fe, un sueño se realiza,
Muerta de pesar, ¡El Gran Juez la penaliza!
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